ácrata del norte
muerte al estado
El anarquismo, de la doctrina a la acción (Daniel Guérin)
Categories: filosofía, libros

El libertario rechaza todo lo que sea autoridad, da absoluta prioridad al juicio individual; por eso «hace profesión de antidogmatismo». «No nos transformemos en jefes de una nueva religión» – escribió Proudhon a Marx–, «aunque esta religión sea la de la lógica y la razón.» Los puntos de vista de los libertarios son más diversos, más fluidos, más difíciles de aprehender que los de los socialistas «autoritarios», cuyas iglesias rivales tratan, al menos, de imponer cánones a sus celosos partidarios. Poco antes de caer bajo la guillotina, el terrorista Émile Henry le explicaba,
en una carta, al director de la cárcel: «No crea usted que la Anarquía es un dogma, una doctrina invulnerable, indiscutible, venerada por sus adeptos como el Corán por los musulmanes. No, la libertad absoluta que reivindicamos hace evolucionar continuamente nuestras ideas, las eleva hacia nuevos horizontes (de acuerdo con la capacidad de los distintos individuos) y las saca de los estrechos límites de toda reglamentación, de toda codificación. No somos ‘creyentes’». Y el condenado a muerte rechaza la «ciega fe» de los marxistas franceses de su tiempo, «que creen en una cosa sólo porque Guesde dijo que había que creer en ella, y tienen un catecismo cuyas
palabras aceptan sin discusión, porque, de lo contrario, cometerían sacrilegio».

En realidad, pese a la variedad y a la riqueza del pensamiento anarquista, pese a sus contradicciones, pese a sus disputas doctrinarias que, por otra parte, giran demasiado a menudo en torno de problemas que no son tales, nos encontramos ante un conjunto de conceptos asaz homogéneo. Sin duda existen, por lo menos a primera vista, importantes divergencias entre el individualismo anarquista de Stirner (1806-1856) y el anarquismo societario. Mas, si vamos al fondo de las cosas, comprobaremos que los partidarios de la libertad total y los de la organización social no se hallan tan distanciados entre sí como ellos mismos se imaginan y como puede creerse de primera intención. El anarquista societario es también individualista. Y el anarquista individualista podría muy bien ser un societario que no se atreve a reconocerse como tal.

La relativa unidad del anarquismo societario se debe a que fue elaborado, aproximadamente en la misma época, por dos maestros, uno de ellos discípulo y continuador del otro: nos referimos al francés Pierre-Joseph Proudhon (1809 -1865) y al exiliado ruso Mijaíl Bakunin (1814-1876). El último definió al anarquismo de esta suerte: «El proudhonismo ampliamente desarrollado y llevado a sus consecuencias extremas». Este anarquismo se declara colectivista.

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